Texto y fotos: Yaciel Peña De la Peña
Tatuar la piel es una práctica que no envejece pese a los milenios que acumula. Pueblos de varios puntos geográficos han recurrido a ella como una manifestación cultural con fines ornamentales o religiosos.
Y aunque hubo una época en que mentes prejuiciosas encasillaron a los “tatuados” como lacras sociales, marinos ajenos a los códigos de ética o entes diabólicos, afortunadamente hoy incluso hay quien se detiene curioso ante un diseño novedoso y, por qué no, más que atrevido.
Lo cierto es que, más o menos perdurable, el tatuaje es también marca de identidad, una forma de exorcizar los demonios internos, demostrar valentía, autenticidad, simple moda, o que se es capaz de tomar decisiones irreversibles.
Actualmente mantiene fuertes inquisidores, mientras otros, como yo, aprestan el lente y la mirada para captar el color y parte del sentido de esta forma que bien se apresta a decorar el lienzo de una piel.